Tierra de Fuego, senderos y mar.

Elmar rompe con fuerza en nuestras costas. El fiero Atlántico nos devuelve cada día un nube de sal y aromas marinos. La vegetación crece con fuerza en cada rincón de los acantilados para regalarnos el verde que se mezcla con la espuma blanca.

La eterna primavera nos llena de flores el paisaje durante todo el año y disfrutamos de una flora única en nuestra tierra Canaria.

Desde el mar, hasta la cumbre, sopla el alisio que emborracha nuestros sentidos.

El Teide vigila con esmero todo lo que sucede en el territorio y envuelve la masa forestal en un mar de nubes  que se nos antoja, regalo de los dioses.

Un pinar crece y corona nuestras montañas. Sufrido y devoto de las tempestades. Pase lo que pase, el crece y se afianza en la semilla de los volcanes y no teme ni al viento, ni a la nieve, ni al fuego. Él siempre resurge poderoso entre cualquier inclemencia. Los tinerfeños sabemos que nuestra tierra es un bien al que tenemos que agradecer todos nuestros privilegios.

Aromas, sabores y sueños.

Aspira profundo y saborea cada uno de los magníficos aromas que llevamos en la sangre. Los almendros en flor y los castaños serpentean caminos rurales para guiar nuestro camino y hacernos compañía. La laurisilva invade el Macizo de Anaga y lo convierte en una fortaleza única en el mundo. La flora autóctona de nuestros montes, el drago y la palmera canaria, las frutas frescas y vapores de los volcanes… un auténtico paraíso para los sentidos.

Tenemos la suerte de vivir en Canarias, de pisar la buena tierra de Tenerife. Desde el Club de Mar Radazul, queremos gritar al planeta entero que nosotros nos sentimos orgullosos de nuestra bendita Tierra Guanche.

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