Una mascota ideal. Un cangrejo sin igual.
Ella tenía un cangrejo. Tenía un cangrejo de mascota. Era bien parecido y guapo. Tenía esa típica carita tierna que tienen todos los animalitos de compañía, esa que pone ojillos y mueve las pestañitas cuando quiere alguna chuche de recompensa.
Era un compañero como ninguno. Ella le tiraba palos y pelotas y el cangrejo corría rápido como nadie a buscarlo. Lo traía con la esperanza de volver a por él una y otra vez. Era su juego favorito.
Si hay algo que le apasionaba, era dar largos paseos con ella por todos esos fondos marinos que ya bien conocía. Le encantaba olfatear por aquí y por allá en busca de pequeños trofeos o, simplemente, para descubrir nuevos lugares para jugar.
Ella sabía que era un cangrejo formidable.
Nada más llegar a casa, lo primero que recibía eran sus besos y carantoñas. Siempre se ganaba caricias y abrazos, pues la felicidad explotaba solo con su presencia.
Nada como tener un cangrejo en casa. Nada como sentarse en el sofá y acariciarlo en su regazo. Nada como poder tener al mejor amigo del mundo de forma incondicional, siempre dispuesto a ser tu fiel compañero.
Ella no entendía como alguien podía vivir sin un cangrejo en su vida. ¿Cómo llegar a casa y no encontrar los pequeños sonidos de esas patitas recorriendo el hogar? ¿Cómo puede ser de vacía la vida de alguien que no comparte sus días con un cangrejo? ¿De verdad que podía haber alguien en el mundo que no conviviera con un cangrejo tan especial como el suyo?
Desde luego, el mundo estaría loco si estuviera vacío de cangrejos de compañía, de cangrejos amigos, de cangrejos llenos de amor… porque, seamos sinceros, ¿qué otra mascota sería capaz de llenar los sueños de una sirena?
¡Oh, vaya! ¿No sabías? Es imposible que una sirena sea feliz, sin su fiel amigo el cangrejo.