Con motivo del «Día Internacional del niño» que se celebra tal día como hoy, la mejor forma de celebrarlo es regalar un cuento que fomenta el respeto por nuestro entorno y el medio ambiente.
Se encontró con ella en el arcén de una autopista. No hubiera
reparado en ella si no fuera porque la ventolera que soplaba esa
mañana había transformado la lata de Coca-Cola en una ruidosa
atracción de feria. La lata corría como una posesa por el margen de la
carretera, impulsada por el viento. De repente giraba, se estrellaba
contra el muro de granito y volvía otra vez a ponerse en manos del
viento y a girar sobre el asfalto.
El agujero donde antes estuvo la anilla le recordó la boca abierta de
un desvalido pidiendo socorro hasta su último aliento… Pero de su
interior no salía ruido alguno. La Coca-Cola ya se la habían bebido en
un cumpleaños, o en una cena, quizás hasta en otro coche camino del
trabajo…
Daba igual sus orígenes. Ahí estaba en la carretera, jaleada por el
viento, a merced de él, perdida la dignidad y sin articular palabra.
Abandonada ya toda posibilidad de ser reciclada y resucitar a una
nueva vida. Por eso hacía lo único de lo que era capaz: ruido, mucho
ruido. Por eso a Javier le llamó la atención, porque a pesar de todo,
de que probablemente acabaría aplastada bajo una rueda, hasta el fin
estaría dando la lata.